Flores de colores

Flores de colores   Flores de colores atadas a una valla y un pájaro muerto sobre el asfalto son, quizás, las únicas notas de color de un día gris que se agolpa en el parabrisas con minúsculas gotas como lágrimas. Se obstina en repetirse en repetirse en repetirse hasta acabar narcotizado por una ciudad que no cesa de girar. Todo gira en torno a la franja roja –como barrote– de mi taxi. Atrapado, el vacío se amontona con el aire de la calefacción; las sirenas mueren ahogadas en un mar de ruido; todos los caminos parecen el mismo. Y el pony gira una vuelta más en la noria; en la ciudad noria.

– Gran Vía 35. Son 37 con 50

–Aquí tiene, muchas gracias

– Gracias

( 40 euros. Otra carrera y dejo el infierno hasta mañana)

Es irónico: enciendo la luz verde de “libre”. A ver si hay suerte y no tengo que trillar demasiado la calle. Verde de monte, de mar…  espacios lejanos en los que perderme en el horizonte; verde que no veo. Sólo, a veces, cuando en una calle recta –tan recta como la luz de la tarde– todos los semáforos se ponen de acuerdo y acelero.